miércoles, 29 de junio de 2016

¿Son los españoles unos tontos?

"Disfruten lo votado", "tenemos lo que nos merecemos" o "los españoles son imbéciles" fueron los comentarios más escuchados en la calurosa noche electoral del pasado 26J.

Tras la rabia y la frustración surgidas tras unos resultados que nadie esperaba, se multiplicaron en las redes sociales y grupos de whatsapp los mensajes de descontento. A ello se suman ahora suspicacias y las cuentas que andan a la caza del voto perdido. Se cuestiona el sistema electoral, se habla de pucherazo y fraude. Se echa la culpa, incluso, a las encuestas.

Mientras digerimos el desagradable resultado, a los mensajes de desencanto comienzan a mezclarse otros mensajes que nos parecen de extrema gravedad. Seguramente habremos leído ayer esta nota, colgada en el tablón de un hospital madrileño y que se ha hecho desgraciadamente viral:



Bien. Pasemos a demostrar, con la dificultad de procurar ser breves, por qué este mensaje está totalmente equivocado y por qué resulta gravemente perjudicial para los intereses de la clase trabajadora.

1. El inconveniente de participar en un juego es que uno acepta las reglas y el resultado que se produzca. Tanto si se gana como si se pierde. Al convencernos de que los trabajadores depositáramos todas nuestras bazas y, sobre todo, todas nuestras ilusiones en una apuesta electoralista, por muy favorables que fuesen los pronósticos, corríamos el riesgo también de perder.

2. Una vez producido el fracaso, el argumento del "ahora o nunca" y la victoria prometida se vuelven en nuestra contra, generando en los participantes una gran sensación de frustración.

3. No se explicó al electorado (porque obviamente no interesaba) que, independientemente del resultado que se hubiese producido, cualquier partido llevado al poder en las actuales circunstancias habría tenido que afrontar del mismo modo los recortes impuestos desde Bruselas (recordemos Syriza y Grecia). 

4. Ninguno de los cuatro grandes partidos que optaban a la presidencia presentaba un proyecto que rechazara frontalmente el sistema que sostiene la maquinaria de recortes y abusos, ni reunía el valor de atacar los fundamentos de ese sistema, el capitalismo. Más bien al contrario, los cuatro partidos eran un espectro de las variaciones posibles de recortes y explotación dentro de ese sistema, esto es, desde la opción más reaccionaria (PP) a la menos (Unidos Podemos). De ahí que los partidos llamados "del cambio" apelaran al voto útil y al pragmatismo del mal menor. Es lo que llamamos hoy día socialdemocracia: una mera reforma del sistema, sin cuestionamiento ni oposición al mismo.

5. No se planteó desde la izquierda la posibilidad de una alternativa diferente, confrontada a la UE y al capitalismo, que reivindicase un proyecto de clase, en lugar de aferrarse a conceptos de dudosa validez como la ilusión, la alegría, la ira contra la corrupción o el cambio por el cambio. Esto pudo producir en el electorado de las distintas sensibilidades de izquierdas, de por sí escasamente motivado, la sensación de encontrarse ante alternativas muy similares o al menos no muy distanciadas. Unido esto a la cercanía de los anteriores comicios, el hastío y la pesadez machacona de los medios, se pudo generar en los votantes potenciales un efecto contrario de desánimo y apatía.

6. La combinación de estos factores, tras el escrutinio, ha obtenido como consecuencia un único resultado: la desilusión. Para colmo, la alternativa más retrógrada de las posibles (cuatro años de gobierno de ultraderecha) queda a las puertas. El uso de los sentimientos que se hizo durante la campaña, tales como la rabia contra los corruptos, se ha visto aumentada y proyectada ahora ya no sobre los poderosos (casta) sino sobre nuestros semejantes, a quienes culpamos y consideramos idiotas. Es esto lo que produce reacciones tan funestas como la señalada en la imagen.

Y ahora ¿qué podemos hacer?

Nos queda un panorama bastante complicado, con un más que probable gobierno consentidor en la continuidad del expolio que ordenarán las instituciones europeas representando a los intereses del capital. Enfrente no habrá en los parlamentos españoles ni siquiera una pequeña trinchera de resistencia obrera. Liberalismo sin oposición, por tanto, con los movimientos sociales claramente en descenso y cada vez menos numerosos.

- Reparar el retroceso que supone popularizar la esperanza en que mediante unas elecciones nuestros problemas serán resueltos de la noche a la mañana. Hacer comprender que esos parlamentos son en realidad escenarios de actores que son manejados por intereses económicos que maniobran desde la tramoya por encima de ellos. 

- Desvelar que mientras los recursos y los medios de producción se encuentren en posesión de esos intereses económicos, ningún parlamento será realmente democrático y que sólo invertir esa situación a favor de los trabajadores podrá producir algún cambio favorable a ellos.

- Enseñar en los centros laborales a nuestros compañeros que las situaciones como la reflejada en el texto de la imagen sólo conducen al desmovilización, al enfrentamiento entre los propios trabajadores y por tanto al beneficio de los explotadores. Sin unión de los trabajadores y movilización en las calles hasta el resultado más maravilloso obtenido en unas elecciones sería inocuo para el capital.

- Reforzar la lucha basada en argumentos razonados, basados en la experiencia histórica y la vivida por cada uno de nosotros, tener memoria, traspasarla a los jóvenes que han sentido en estos días su primer desengaño, es decir, no apoyar nuestras batallas en simples cuestiones de fe o de sentimientos. Valorar, sí, la juventud pero recordarles que no todo en la vida se consigue de manera rápida y sin esfuerzo.

Se trata de una tarea ardua, en verdad. Pero es lo que nos ha tocado vivir. Nunca en la Historia ningún derecho obtenido por los desfavorecidos se logró por regalo o descuido de los poderosos. En todas las épocas hubo que luchar y nuestra lucha en los tiempos actuales es ésta. Ni novedosísimos partidos, ni extraordinarias campañas de propaganda, ni líderes excepcionales, por muy preparados que estén, serán jamás más fuertes que la unión organizada de los trabajadores conscientes, dispuestos, prevenidos y bien informados.  

Salud.