¿Quién dice que en España no se investiga?
El señor Joan Rosell, presidente de la Patronal (CEOE, Confederación Española de Organizaciones Empresariales, parte representante de los empresarios en las negociaciones colectivas), nos lanzó ayer la siguiente idea innovadora:
"hay trabajadores indefinidos que tienen muchos derechos en comparación con los muy pocos o prácticamente ninguno de los temporales, por eso hay que seguir relajando los derechos laborales de los empleados indefinidos" (noticia en prensa).
Observemos el silogismo que debió llevar al señor Rosell a diseñar esta brillante iniciativa:
- premisa a: los trabajadores indefinidos poseen una serie de derechos (derechos menguantes) y los trabajadores eventuales poseen pocos o ninguno (gracias a las reformas laborales).
- premisa b: lo justo es equiparar.
- consecuencia: recortemos los derechos que les quedan a los indefinidos.
Dejando a parte la barbaridad de las declaraciones, es interesante centrarse en la peculiar expresión usada para comunicar esta verdadera declaración de intenciones: relajar.
Evidentemente, es un eufemismo que pretende suavizar el verdadero significado de sus pretensiones, que no es otro que recortar. Recortar, disminuir, cercenar derechos.
Un lector despierto -como el que frecuenta el blog de ASI- podría realizarse la siguiente pregunta: ¿no seremos nosotros, trabajadores, los que nos hemos relajado?
¿No será esa relajación la de nuestra capacidad de responder ante semejante burrada, que nos resta la disposición de contestar a la Patronal como se merecería?
¿Qué factores nos han arrastrado, como al camarón de la frase coloquial, por el torrente abajo del neoliberalismo hasta este pantano de desidia e inacción?
Se nos ocurren varios:
1. La pérdida de autoridad de los sindicatos mayoritarios, que se han visto relegados a un papel secundario de meros gestores de cursos de formación y asesoramiento en conflictos laborales individuales, y de espectadores en la negociación de los recortes y los expedientes de regulación.
2. La desorganización y pasmo en que se encuentra la clase trabajadora. Vencidos o abducidos por la propaganda neoliberal, la movilización brilla por su ausencia menos en honrosas excepciones y prospera el interés particular frente a la solidaridad de clase.
3. La falta de ambición de transformación social de los nuevos referentes políticos y su condescendencia con los poderes financieros (valga como ejemplo la buena sintonía que demostró recientemente la alcaldesa de Madrid con el mencionado Rosell y otros referentes de la oligarquía económica española -Florentino Pérez o Enrique Cerezo- cuando les manifestó "tranquilos, yo no soy comunista" para calmarles).
Con contrincantes como éstos, pueden estar Rosell y sus representados en estado de relajación absoluta el tiempo que deseen. Mientras, nosotros, colocamos la velita deseando no ser los elegidos cuando se haga efecto esa relajación de los derechos.
Ningún cambio es posible
sin la organización y movilización de la lucha obrera.